En muchas partes del planeta el ser humano es el responsable del fin de la vida. No obstante, la fusión de las grandes urbes con la naturaleza intenta equilibrar este desastre.
La Republica de Singapur es el paradigma, el ejemplo a seguir. En su capital, la ciudad estado de Singapur, que es una de las ciudades del mundo donde más se ha avanzado en la integración de la naturaleza; fauna y flora con el urbanismo, comprobamos los avances de los planes aprobados décadas atrás.
En la República de Singapur el programa Ciudad en un jardín fue aprobado en 1963. Se trataba de recuperar el desastre arquitectónico. La convicción de que la jungla de cemento destroza el espíritu y que el verde de la naturaleza lo confortaba fue el principio.
Más tarde llegó el Plan Verde de Singapur de 1992; la educación y la tecnología ambiental, la conservación de los recursos y de la naturaleza, la lucha contra el ruido ambiental y la utilización de tecnologías limpias fueron los pilares.
Si cada año las grandes urbes arrancan de la Tierra una superficie equivalente a la de Gran Bretaña ¿no sería lógico pensar que las ciudades deberían parecerse cada vez más a los bosques y a la naturaleza?
Los Jardines de la Bahía de Singapur son el máximo ejemplo de lo que ocurre en esta ciudad, y en el resto del país.
Los jardines están formados por tres grandes márgenes ajardinados que ocupan 111 hectáreas, unos 100 campos de fútbol. La Bahía Central (15 ha), la Bahía Este (32 ha) y la Bahía Sur (54 ha).
El coste total, 1.035 billones de dólares, ha sido invertido en pavimentación, drenaje y abono.
La estructura estrella de los Jardines de la Bahía son los árboles. Originalmente fueron construidos como pantalla para la absorción y la dispersión de los rayos del sol.
También han servido para la creación de corrientes de aire, la auto-ventilación y la regulación de la temperatura del jardín.
Estos inmensos árboles tienen entre 25 y 50 metros de altura y sus ramas combinan tanto elementos fotovoltaicos, que actúan como paneles solares, como diferentes clases de plantas tropicales.
Las estructuras completan su potencial con la inclusión de sistemas de recogida de agua de lluvia. La energía generada se utiliza para la iluminación del conjunto de árboles, que sirve para realizar increíbles espectáculos de luces.
Los puentes verdes, también llamado ecoductos, son otro ejemplo de respeto y esfuerzo por preservar fauna y flora en entornos urbanos. En Singapur, el Ecolink une dos reservas naturales y evita que los animales mueran atropellados al cruzar la autopista.
El Ecolink tiene plantados 3.000 árboles y viven especies como el pangolín, una especie de mamífero casi prehóristico único por estar cubierto de escamas y que estaba en peligro de extinción.
Los ecoductos han sido construidos ya en distintos lugares del planeta. como EE.UU.AA., Holanda, Alemania, Finlandia, Canadá, Kenia, Brasil, Nueva Zelanda, etc. Se han ocupado además, creando muchas veces zonas verdes, de que estas vías salvaran la vida a renos, osos, cangrejos, pingüinos, tortugas, elefantes, monos, sapos, salmones, etc. durante sus obligados recorridos.
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