Las vacaciones ya están aquí, y con ellas llegan también las altas temperaturas. Por eso os proponemos una selección de lugares increíbles para daros un baño y refrescaros para sobrevivir de la mejor manera a la ola de calor. Ríos, pantanos, embalses y hasta cascadas, no hay excusa. Alejaos del asfalto y daos un chapuzón siempre y cuando las restricciones por la covid-19 lo permitan.
Durante años nos hemos referido al pantano de San Juan, situado en el término municipal de San Martín de Valdeiglesias, como la playa de Madrid.
Y teníamos razón, porque la expresión ha dejado de ser un halago gratuito para convertirse en una realidad en el preciso momento en que una de sus playas, la de la Virgen de la Nueva, ha conseguido la tan ansiada bandera azul, la primera que ondea en las costas madrileñas.
Aún así, los colores de las toallas sobre la hierba, los juegos de naipes y el chapoteo del valiente que se atreve a zambullirse en el agua helada son de cuadro veraniego total. Pero lo mejor es que os alejéis de la zona común, toméis el camino a la cascada del Purgatorio, excursión de hora y media, y os acomodéis en sus orillas, que por más que diga el nombre son de calma edénica. Descansaréis a placer. Para completar la caminata, id después hasta el área recreativa de la Isla de Rascafría, donde os podréis premiar con un baño a bajas temperaturas que cura todos los males.
Olvidaos de hacer largos en estas bucólicas piscinas, cercadas por varios arroyos. No solo porque el vaso principal tenga forma arriñonada sino porque, aunque hubiera calles, nadar mucho tiempo en estas aguas tan frías no está al alcance de cualquiera. Pero qué bien sientan si te dejas caer, como Burt Lancaster en el El nadador, después de una caminata matutina por el valle de la Fuenfría (o tras la visita al aledaño parque temático, uno de esos repletos de tirolinas y demás vértigos controlados entre ramas).
Eso sí, las sombras están muy cotizadas pasado el mediodía. Abierto hasta el 2 de septiembre (de lunes a domingo, de 10 a 20 h), el complejo tiene todos los servicios imprescindibles (bar, vestuarios, merenderos…) para pasar el día yendo con lo puesto o con el táper casero (admiten comida, animales no). Merece la pena quedarse hasta la hora del cierre, cuando los últimos bañistas ya han plegado sus toallas y cerrado sus neveras portátiles, para disfrutar de la caída del sol entre los pinos silvestres. Porque el verano era esto.
Antes incluso de que Madrid soñara con tener su propia playa algún día, ya estaba ahí el arenal de Aldea del Fresno, en la confluencia de los ríos Alberche y Perales (a menos de una hora desde el centro de la capital). Obviamente, la zona dista mucho de ser un paisaje costero, pero así somos los madrileños: nos basta un claro en medio de un paraje arbolado, con arena bañada por la corriente de un río para creerlo.
Y aunque no todos los charcos son océanos, este tiene motivos para presumir, al menos por el cotizado aspecto playero que presenta los fines de semana, con sus toallas, sus sombrillas, sus cubos y sus palas, y hasta sus chiringuitos –que no beach club–, con opciones para comer y tomar algo. Buena alternativa si se te olvida llevar nevera.
Estamos en Buitrago de Lozoya, pero parece que hayamos entrado en una explosión de fantasía pop tipo Zabriskie Point. Esto es un oasis con kiosko de helados, sombrillas de brezo y esas mesitas de pícnic atestadas de bañistas que comen sandía y emparedados de atún.
Solo faltarían los Beach Boys cantando, por ejemplo, Cool, cool water, y el plan ya sería de idilio. Pero aquí lo que más sorprende es la longitud de la piscina, que se extiende por la orilla del río inclinándose hacia un lado, como si lo quisiera besar. La rodea una zona ajardinada, con el césped tan bien cortado que parece un campo de golf, robando terreno a un pinar que nos protege del mundanal ruido.
La llamada carretera de los pantanos se atasca cada fin de semana durante todo el verano. Si salís desde Madrid hay que levantarse temprano o armarse de paciencia porque ya antes del mediodía Google Maps lanza un recorrido en rojo y naranja entre Navas del Rey y Pelayos de la Presa, camino de la amplia y bien acondicionada área recreativa La Depuradora.
Las 92 hectáreas del embalse, dentro del curso medio del río Alberche, son óptimas para piragüistas y acotados chapuzones familiares. De densa vegetación mediterránea, el paraje cuenta con una vía verde para aficionados a la bici y senderistas.