¿Y si la neurociencia fuera precursora de la transformación educativa?

¿Qué puede aportarnos la neuroeducación?

Durante la última década, el conocimiento del cerebro infantil ha tomado impulso, lo que nos permite comprender mejor el desarrollo neuronal, comportamental y emocional de las niñas y los niños. Nuestro cerebro gestiona distintos aspectos de la cotidianidad, y a la vez puede estar limitado por ellos. Os pongo un ejemplo: el verano pasado, el doctor en medicina Francisco Mora alertaba sobre una realidad que ya intuíamos: no hay aprendizaje sin emoción… Y por lo tanto las metodologías educativas obsoletas (castigos, rutinas, deberes, etc.) en realidad están dificultando los progresos de los alumnos quienes (no olvidemos) son seres dotados de una curiosidad innata y mucha capacidad para aprender. Pero claro, nuestro sistema educativo prioriza enseñar sobre aprender, negando así la participación de los niños en procesos que les deberían ser propios.

Por fin en el siglo XXI podemos alcanzar la ilusión de enseñar mediante la alegría, respondiendo así a las necesidades infantiles; quizás así nos acerquemos al ideal propuesto por Rousseau (siglo XVIII) quien aspiraba a una educación pensada en función de la infancia, y no de la adultez. Veréis, según como se mire, hay modelos educativos aún utilizados en la actualidad que actúan contra nuestra propia biología; me explico: somos mamíferos, y como tales poseemos un cerebro prodigioso construido mediante códigos que hemos ido adquiriendo en nuestro proceso evolutivo. ¿Cómo se traduce lo que acabo de contaros? Pues estamos preparados para aprender espontáneamente, por eso caminamos, comemos, manipulamos, hablamos, … sin que nadie tenga que enseñarnos; los niños podrían seguir aprendiendo de forma natural contenidos impuestos por la Educación, sólo que para ello quienes diseñan programas deberían liberarse de prejuicios e ideas preconcebidas.

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Lo que se aprende sin forzar difícilmente se olvida, lo que se estudia obligado para un examen, no es bien asimilado por el cerebro… Esto lo sabemos sin que nadie nos explique ninguna teoría, el problema es que seguimos anclados en una Educación que los niños no se merecen; por otra parte recuerdo que en este espacio nos hemos acordado de ciertas metodologías innovadoras beneficiosas para los alumnos: flipped classroom, aprendizaje por proyectos, etc. Repito: no se aprende si uno no está motivado, ¿y cómo estar motivado si se tiene que copiar 100 veces una frase? ¿cómo encontrar la motivación para repetir en casa las mismas multiplicaciones que se han hecho en el colegio?

Aportaciones de la Neurociencia a la Educación

Aunque la neuroeducación es aún una gran desconocida, pone en tela de juicio la mayoría de cosas que sabemos sobre Educación, pero seamos cuidadosos, porque el propio doctor Mora advierte de que “aún existen más preguntas que respuestas”; aún así creo que hacerse muchas preguntas es necesario. ¿Cómo nos puede ayuda la neuroeducación? Es una pregunta compleja, aunque como mínimo nos planteamos elaborar una serie de ideas útiles para el debate.

En primer lugar si los docentes están adecuadamente formados en esta ciencia (quizás con la incorporación de contenidos relacionados en Ciencias de la Educación), podrían saber cómo funciona el cerebro infantil, y conocerían cómo afectan diversos factores a su desarrollo. Otra de las ideas aportadas por el científico que me inspira para escribir estas líneas, es la sugerencia de que existan en las escuelas neuroeducadores, quienes ofrecerían soluciones reales para algunos trastornos del aprendizaje, y también serían capaces de adaptar las enseñanzas destinadas a las alumnas y alumnos de cada centro, teniendo en cuenta lo que se sabe sobre el funcionamiento cerebral. Se trataría en definitiva de llevar a las aulas los conocimientos neurocientíficos actuales.

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Otra de las aportaciones a integrar en la Educación es la neuroarquitectura, que se traduce en el diseño y planificación de espacios educativos amables y generadores de bienestar, ¿no deberían ser así los lugares en los que se pasa tanto tiempo? Espacios, iluminación, colores, temperatura… al final todo está influyendo para bien (más motivación) o para mal (mayor estrés).

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¿Cómo puede ayudar la neurociencia a la Educación?

Ya hemos aportado algunas ideas válidas, a continuación amplío y justifico la información, no sin antes reforzar la necesidad de conocer mejor nuestro cerebro, un órgano único, plástico y cambiante, cuya eficiencia en los primeros años de la vida está demostrada. Es significativo saber que las conexiones neuronales pueden ser debilitadas o fortalecidas por las experiencias que adquirimos. Conocer esto nos puede ayudar tanto si somos padres como si nos dedicamos a la docencia: el cerebro es flexible y a la vez vulnerable a los estímulos externos, una educación más orientada a lo individual y más amable, será facilitadora de los procesos de aprendizaje.

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Desde hace unos años está de moda hablar sobre la adaptación educativa a los menores de edad, pero después de leer sobre neuroeducación, me doy cuenta de que tal intención no es posible sin conocer previamente el cerebro infantil, un órgano en desarrollo, que desde luego no es como el de una persona madura. Todo está por ver, porque ¿llegará el día en que las estrategias de enseñanza se adecuen a cómo aprende el cerebro? Se necesitaría tiempo, desde luego, y voluntad, pero lógicamente alcanzar metas nuevas requiere de esfuerzo y constancia. Asistimos a un paradigma educativo que es muy cuestionable, aunque pocas personas se atreven a llegar al fondo para averiguar qué es lo que no funciona y transformarlo, quizás porque la propia palabra ‘transformación’ nos da miedo.

Finalizo con parte de una cita enunciada por Hipócrates [padre de la medicina moderna (siglos V / IV antes de Cristo)]: “… del cerebro, y solo de él vienen las alegrías,… y también el sufrimiento… Y por él adquirimos sabiduría y conocimiento, … y sabemos lo que está bien y lo que está mal… El cerebro es nuestro intérprete…” Este replanteamiento centrado en el desarrollo cerebral y en la adecuación en los niños, sin forzar a que sean ellos quienes se adapten, es muy interesante y puede abrir vías a una verdadera revolución educativa.

Vía | El País