Como afirma el profesor Óscar González en su libro "Familia y escuela. Escuela y familia", padres y docentes forman 'el equipo pedagógico básico'; lo que podría ser entendido como que ambos agentes educativos están llamados a entenderse. ¿Lo están?, en nuestra opinión sí, aunque lo realmente importante sería que escucharan esa llamada y acercaran posturas en beneficio, no sólo de los alumnos, sino de la sociedad del mañana que estos construirán.
Y esto que parece una declaración de intenciones, se podría aplicar a ¡tantos aspectos de la vida académica! Como ejemplo podemos encontrar los deberes para casa… esas tareas escolares que de forma cíclica aparecen envueltas en una cierta controversia. Porque ¿qué padre no ha dudado acerca de la efectividad de los deberes (especialmente cuando valora que estos son excesivos)?,¿qué profesor no se habrá preguntado si no habrá otras formas de estimular el aprendizaje activo, de afirmar los conocimientos?, ¿qué alumno no encoge los hombros cuando transcribe en su agenda la lista de tareas a completar?
Creo que es demasiado simple remontarnos a los objetivos académicos vigentes en cada país, que en función de la legislación se deben cumplir; pero creo también que no siempre las escuelas pueden tener "margen de maniobra".
En la práctica, y basándonos en recomendaciones de expertos en educación, se podría decir que siempre que no interfieran en otras actividades propias de la infancia (juego, descanso, relaciones…), no se debería poner en entredicho su utilidad. Otra cosa es reconocer que hay niños pequeños que deben dedicar 120 minutos diarios (y a veces más) a los deberes; y es que no ha pasado tanto tiempo desde que los padres y madres se oponían a ello argumentando que un niño no es sólo un alumno, y que necesita ejercicio físico, luz solar, desarrollar habilidades en libertad, etc. Hoy en día parece que nos hayamos olvidado de esas necesidades, al menos hasta que vuelve a generarse controversia, o hasta alguien relacionado con el mundo de la educación, nos recuerda que los deberes (en su versión más tradicional) no son tan beneficiosos como se pretende; en esta línea se pueden citar a Alfie Kohn, o a José Manuel Galán.
Lo que pasa es que con el tema de las tareas escolares para casa, también se pueda apreciar un detalle que nadie debería perder de vista: hay quién afirma que pueden llegar a mantener las desigualdades sociales, ¿qué hay de cierto en ello? Nos hemos propuesto analizar los puntos más relevantes de uno de los últimos informes de la OCDE. Está publicado en la librería de la citada organización económica, y pertenece a la serie PISA in Focus, generada a partir de los resultados internacionales de las pruebas PISA.
Son 39 países los analizados, y la cantidad de horas dedicadas a realizar tareas se ha visto reducida (entre 2003 y 2012) en 31 de ellos. Nos llama la atención especialmente que - en general - los estudiantes pasan más tiempo dedicados a los deberes (tras las clases, se entiende) que realizando actividades extraescolares. Por otra parte, ya se sabía que a pesar de las diferencias entre los sistemas finlandés y español, los alumnos finlandeses también hacen deberes, eso sí, menos de tres horas a la semana, situación parecida a la de Corea del Sur - con la salvedad de que en país asiático el promedio total de horas ocupadas en clases, actividades extraescolares y academias - está en unas 10 horas.
Los países han informado acerca del tiempo que invierten los estudiantes en los deberes, y frente a esos en los que se había conseguido reducir la "la carga", Australia y Austria la han aumentado. Pero prestemos atención a este dato: a partir de cuatro horas semanales, el impacto en el rendimiento académico es insignificante, lo cual situaría el tiempo aprovechable y útil en unos 240 minutos semanales.
Pero no es todo tan fácil, ni siguiera a primera vista, porque para optimizar el tiempo dedicado a las tareas deben convivir una serie de factores facilitadores, y no nos referimos sólo a las condiciones ambientales del lugar físico, o a la disponibilidad de herramientas como diccionarios, lápices, dispositivo para conexión, compás, o cualquier otra que se os ocurra. Entre esos factores están la capacidad para organizarse bien, la implicación de los padres, la presencia de los mismos (obviamente aquí nos referimos a la posibilidad de estar disponibles, no a padres que hacen por los hijos), el tiempo y la calidad del descanso, etc.
Si dichos factores se presentan de forma desigual en cada situación individual, es de esperar que haya diferencias; pero lo peor es que los estudiantes desvaforecidos no consigan reunir las condiciones necesarias, y no cuenten con los estímulos para percibir las tareas como una actividad provechosa, peor aún: que no se puedan permitir llevarlas a cabo con resultados aceptables.
La brecha aparece cuando no es posible guiar, motivar y apoyar desde las familias, "debido a las obligaciones laborales, a la falta de recursos, o a otras circunstancias". En el informe, como viene siendo habitual, se analizan alumnos de 15 años, evaluados en tercero de la ESO. A esa edad los objetivos relacionados con la organización del trabajo, la autonomía, la capacidad para gestionar recursos, etc. deberían estar ya conseguidos, pero para eso hacen falta unos cuantos años de apoyo más directo.
Tras el análisis de las pruebas PISA de 2012, se llegó a la conclusión de que los alumnos más favorecidos socio económicamente, pasan más tiempo haciendo tareas que aquellos que son desfavorecidos, aproximadamente 1,6 horas a la semana más. La diferencia parece ser aún más grande en Bulgaria, Italia, Rumania, Shanghai y Taipei (las dos últimas en China).
Tratándose de alumnos que cuentan con ciertas ventajas, se podría cuestionar a priori que el tiempo que inviertan sea mayor, ¿por qué iba a serlo si pueden utilizar más recursos y las condiciones de trabajo se acercan más a las que pueden ser "ideales"? Sin embargo, si que sería de esperar que, cuando alguien (profesores, padres,…) aumentan sus expectativas sobre los alumnos, la dedicación sea mayor. Y no es que los padres de alumnos en desventaja social, no quieran que sus hijos tengan éxito, simplemente es cuestión de limitaciones, que - quizás - sin apoyos sociales y / o políticos, sean difíciles de superar.
La cantidad de tiempo también varía dependiendo de la etapa académica, y del tipo de escuela al que se asiste, como es de esperar. Y casi al final del documento, nos cercioramos de una evidencia: "La cantidad de tiempo que los estudiantes pasan haciendo la tarea está relacionada con su desempeño individual en Pisa y con el rendimiento PISA de su escuela"; lo cual nos podría conducir nuevamente al debate de la necesidad de basar el "éxito" en la competitividad, debate que dejaremos aparcado por un tiempo.
En función de los datos ofrecidos por este nuevo informe PISA in Focus, se pueden extraer algunas conclusiones sobre las que reflexionar:
Como conclusión, y desde nuestro punto de vista, dentro de un límite razonable de tiempo dedicado a los deberes, los alumnos favorecidos socio económicamente, pueden llegar a tener mayores estímulos y - en consecuencia - motivación para alcanzar metas, lo cual les mantiene en posición ventajosa. Además la influencia, o guía de los padres se nota, pero para ello debe asegurarse una presencia, que será difícil materializar sin (o con precarias) políticas de conciliación, y / o entrenamiento para la búsqueda de recursos.
Un informe anterior de la serie PISA in Focus, aseguraba que las habilidades de los padres para influir en el éxito escolar, no son difíciles de conseguir, aunque probablemente, no lo sean con la excepción de padres que tienen verdaderas dificultades para revisar metas académicas junto a los hijos, por escasa formación u obligaciones que les mantienen muchas horas fuera de casa.
Imagen: Robert Couse Baker https://www.flickr.com/photos/29233640@N07/8274970069