El libro “Familia y escuela - Escuela y Familia” del profesor Óscar González, proporciona una serie de reflexiones acerca de los problemas de comunicación que se producen en la actualidad en el seno de la comunidad educativa; ofrece también soluciones válidas y prácticas… queda claro que para mejorar nuestro sistema educativo no basta con una buena praxis docente, con unos alumnos motivados o con unas madres (unos padres) implicados, es necesario la confluencia de todos los factores.
El primer capítulo de la mencionada obra, repasa las formas que tienen las madres y tienen los padres de participar en la escuela, nos gustaría resaltar el siguiente párrafo. “Como he dicho antes, las Escuelas de Padres, deberían ser aprovechadas como un espacio de encuentro y reflexión conjunta entre padres y profesores. Es por ello que algunos docentes deberían tomas la iniciativa y organizar en su centro educativo una Escuela de madres y Padres. Los equipos directivos deberían impulsar estas acciones”. En nuestra opinión, sin embargo, la organización de una Escuela de Padres no debería ser atribuible únicamente a los docentes, puesto que las Asociaciones de Madres y Padres tienen mucho que decir, y deben ser escuchadas. Pero continuemos con nuestro propósito.
La revista de Pediatría de Atención Primaria publicó hace dos años un artículo titulado “Cómo organizar una escuela de padres sin morir en el intento”, que justifica la necesidad de organizar Escuelas de Padres en algunas frases que queremos destacar; por ejemplo:
Ayudar a crecer a un niño o adolescente implica toda una tarea, un reto, una aventura apasionante. Sin embargo, en el día a día muchos padres se encuentran desconcertados y se enfrentan a la tarea de ayudar a crecer con muchas contradicciones
O ‘la crianza de los hijos se inicia con gran ilusión pero también con muchas dudas, angustias, etc., frente a las cuales, o bien se supone que “se sabe” por ser padre / madre, o se supone que cualquiera puede opinar porque los padres “no saben”'. Así pues es necesario huir de los extremos y permitir la participación de las familias, y si para ello se las debe formar, nadie debería dudar en la necesidad de que existan Escuelas de Madres y Padres incluidas en los propios centros educativos. De esta manera, se responde con más facilidad a las necesidades individuales y se permite el ‘crecimiento’ como padres / madres, pero también como personas, de los asistentes.
Según un trabajo presentado a la Revista de Innovación y Experiencias Educativas (Junta de Andalucía), ‘la Escuela de Padres es una de las herramientas esenciales para que la relación familia / escuela se convierta en una realidad”. Con la desaparición de las comunidades naturales, y habiendo dejado atrás la Revolución Industrial, la sociedad estaba cambiando sus modelos sociales y familiares, pero también sus formas de relación. No fue hasta 1929 cuando fue creada la primera Escuela de Padres: sucedió en París, y fue Madame Vérine quien la impulsó, creyendo que las familias necesitaban ‘unirse e instruirse”, el trasfondo de esta aparente necesidad es otra aún más ligada con la esencia del ser humano como animal social: establecer lazos y buscar apoyos en aquellas y aquellos que asumen el mismo objetivo. Ese objetivo es optimizar las condiciones educativas de la infancia, pero también mejorar los roles parentales.
Hoy en día, el mantenimiento de las Escuelas de Padres aún tiene su justificación (y se podría decir que ‘más que nunca’) pues diversos informes señalan que la participación de las familias en la educación es un indicador de calidad de los sistemas escolares. Pero las familias pueden ser factores de protección (contribuyendo al éxito escolar de los alumnos) o de riesgo (si no tienen las condiciones necesarias para implicarse).
En la actualidad deberíamos ser capaces de superar la división de roles entre los padres y los docentes, aunque no es menos cierto que no solo las estructuras educativas, sino también la norma que las ampara, necesitan evolucionar, transformándose si es necesario (hablamos de los Consejos Escolares, la apertura de los centros educativos a la comunidad, etc). Si las familias realizan una labor complementaria, se las debe permitir implicarse: ya no basta con acudir a la reunión del tutor, o con firmar una autorización.
En Estados Unidos tienen un concepto para definir esta idea: ‘parents involvement’, y para que ello sea posible, es necesario un cambio de mentalidad. Lo podemos y debemos conseguir, aunque para ello tengamos que hacer acopio de paciencia. Las investigaciones apoyan la teoría de la implicación, el éxito o el fracaso de los estudiantes ya no solo es atribuible a los docentes, no lo es en una sociedad cambiante de familias que poseen formación y ganas suficientes como para apoyar (y también intervenir) a los responsables de los centros educativos.
Se las debe escuchar
Fíjate que parece demostrado que no solo mejoraría el proceso de aprendizaje de los niños, sino que posibilitará una comunicación continua entre la escuela y la familia. Se trata de un ‘espacio’ en el que encontrarse para contribuir; que también influirá en la satisfacción y la formación de los asistentes. No es en absoluto un modelo caduco pues se reinventa, como las propias dinámicas escolares, y más que nunca tiene cabida en nuestra sociedad.
Ni ‘coser y cantar’,ni ‘misión imposible’. Crear una Escuela de Padres requiere de un diagnóstico previo: origen social de los alumnos, carencias que las madres y los padres suelen plantear, posibilidades que tienes para cubrirlas y personas que te van a ayudar a impartir las charlas. Una vez superada esta fase que no debería durar inicialmente más de un mes, estarás a mitad de octubre y podrás planificar la primera acción antes de finales de ese mismo mes. Tienes la infraestructura y el equipo de apoyo (pizarra digital, proyector, …). Busca un tema muy de actualidad que motive (los niños y las nuevas tecnologías, el sexismo en las aulas, la promoción de la lectura…) y esté en consonancia con el nivel educativo de tu centro (centro de infantil, de infantil y primaria, de secundaria).
Una vez superada la primera prueba, y teniendo ‘en la mano’ las impresiones de los asistentes, programa una charla por cada mes, contando con los períodos vacacionales, y reserva otras que sean de máximo interés para mitad del segundo trimestre y final de curso (mayo), puedes aprovecharte de a experiencia de profesionales de la salud, o incluso de la educación (ajenos a tu centro) de la comunidad, para que acudan a impartir alguno de los módulos. A los padres les interesan los trastornos de la alimentación, el éxito escolar, la gestión de la frustración, la adolescencia… Y les interesa sobre todo reunirse y compartir experiencias.
No olvides realizar una evaluación de forma continuada
Asistir e implicarse en una escuela de padres requiere la dedicación de un tiempo, por eso es fácil que hacia mitad del segundo trimestre escolar, las familias muestren desmotivación y apatía. Como docente, deberás revisar sus inquietudes, preguntarles su opinión y utilizar las Redes Sociales para dinamizar la iniciativa, manteniendo la atención y promoviendo actuaciones paralelas como un concurso de relatos, excursiones, o compartiendo artículos de interés. Convierte cada sesión en una experiencia única: sortea libros, invítales a un cóctel sin alcohol, cierra el trimestre con un experto de renombre, permite que sean ellos los que organicen alguno de los talleres, etc.
Está en tus manos, y recuerda que con toda probabilidad tendrás compañeras / os docentes que quieran participar, y que la AMPA de tu escuela estará encantada de ser parte de la acción.
Imágenes | US Embassy Tel Aviv, Bill de Blasio, Mioslav_Ofukani, lynnefeatherstone, SAP